¿De qué hablamos cuando hablamos de brechas de género en el sector profesional?

El Observatorio de Profesionales de la Fepuc (OPF) investiga desde 2017 las condiciones laborales del sector. Desde su creación, observó que los ingresos de los hombres y las mujeres profesionales tenían diferencias, y que esas brechas, a través de los distintos años de estudio, no disminuían. Al contrario, iban incrementándose. 

“Es entonces que las investigaciones de Fepuc incorporaron la perspectiva de género a fin de dar visibilidad a la realidad a la que estaban expuestas las mujeres profesionales al momento de combinar su papel en el mercado del trabajo y su rol en el trabajo no remunerado de su hogar”, explica Liliana Barbero, coordinadora del Observatorio. 

Así, se da paso a una alianza con el gremio de los docentes de la Universidad Nacional de Córdoba (Adiuc), y con equipos de investigación con perspectiva de género de la Facultad de Ciencias Sociales (UNC). 

“Es la primera vez que empezamos a indagar cuánto demanda en su carga horaria laboral el tema del trabajo no remunerado en sus hogares, las tareas de cuidado, las tareas del hogar. En este tiempo vimos que influye directamente en la autonomía de la mujer profesional y en sus posibilidades de mejorar sus ingresos”, subraya Barbero.

Lo innovador que tuvo la asociación interinstitucional a la hora de investigar es dar visibilidad a distintas dimensiones que antes no eran analizadas porque se limitaban a las condiciones laborales sin entender plenamente la situación de las mujeres en el mercado laboral y su rol predominante en el trabajo no remunerado en el hogar.

“Desde el observatorio es fundamental poder contribuir a revelar y a dar información sobre la realidad de las mujeres profesionales ante la sociedad en general e incluso ante su mismo colectivo profesional. Estamos convencidos de que lo no se mide no se gestiona. De esta manera, permitimos que a través de la incorporación del análisis y de que surjan acciones de género en las actividades de la federación y de las entidades miembros de Fepuc -colegios, consejos, asociaciones- trabajemos en búsqueda de espacios para poder incidir en las políticas públicas que puedan mitigar estas desigualdades”, concluyó la coordinadora del OPF.

Impacto de la desigualdad en el trabajo remunerado y en el trabajo de cuidado

El concepto de desigualdad es clave para poder dar cuenta de las brechas de género.

“Nosotros analizamos de qué manera se presentan las brechas de desigualdad tanto en el trabajo remunerado (TR), que tiene que ver con la estructuración del mercado de trabajo; como en el caso de trabajo no remunerado (TNR). En cuanto a éste último hay un concepto que se está usando para darle más precisión a ese campo y que es el trabajo de cuidado, que desde la perspectiva de género nos resulta más productivo para pensar todo ese conjunto de actividades que se realizan en el ámbito doméstico o extradoméstico, que tiene que ver con garantizar las condiciones para la reproducción de la vida de las personas”, explica Leticia Medina, investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS-UNC). 

El trabajo de cuidado tiene al menos dos dimensiones: el trabajo doméstico (alimentación, vestimenta, cuidado de la casa) y el trabajo de cuidado de personas (niños y niñas, personas que requieran cuidados que son mayores de edad y personas con discapacidad o enfermedad que requiera cuidados).

Mientras que algunos hogares pueden tramitar estos trabajos de cuidado por la vía de instituciones de cuidado (privadas o públicas) o con la contratación de personas para el cuidado; hay otros que no. Esos trabajos de cuidado recaen de manera mayoritaria sobre las mujeres, lo que genera desigualdad. 

“En el sector de profesionales, que en la estructura social está mejor posicionado que otros segmentos, tiene mayores posibilidades de acceder a formas de remuneración del cuidado, de tercerización del cuidado o acceso a espacios de cuidado – públicos o privados-, pero aún así son las mujeres las que se encargan de todo lo que tiene que ver con la gestión del cuidado (búsqueda de institución de cuidado, contratación de personal de cuidado, etc)”, detalla Medina.

En profesionales, las mujeres le agregan al tiempo de trabajo remunerado una gran cantidad de tiempo al trabajo no remunerado. Según la última medición del OPF, ellas tienen un promedio de 5,4 horas al día dedicadas al trabajo no remunerado, mientras que ellos dedican 3,4 horas.

Se observa un achicamiento del tiempo de ocio y del cuidado propio de las mujeres (para hacer deportes, ir al médico, cuidado de la estética, etc).

Finalmente, resaltó como avance en esta materia la ley nacional aprobada en 2019 para empezar a medir el uso del tiempo a través de una encuesta. Ahora se va a medir como es un día de varones y mujeres para dar cuenta de cómo es la distribución del tiempo.


Consecuencias en ingresos y jerarquías


La brecha de género en el mercado laboral habla de la desigualdad de ingresos y jerarquías.

“Cuando uno plantea brechas lo que hace es mostrar en los dos géneros (hombre, mujer) cómo repercute en distintas condiciones ciertos indicadores que muestran las posibilidades de alcanzar ciertas remuneraciones, o las posibilidades que tienen los distintos géneros de participar en algunas actividades o esquivar otras”, complementa María Celeste Gómez, investigadora de Adiuc.  

“Por una cuestión cultural, en los años ‘90 se empieza a incorporar a la mujer en forma más masiva al mercado laboral porque se deja de pensar que la mujer tiene que ser ama de casa, pero también por una cuestión de la crisis que generó el régimen de convertibilidad. Tuvo que salir un segundo perceptor del ingreso para traer ingresos a la casa”, recuerda Gómez. 

Sin embargo, advierte que esa incorporación de la mujer al mundo del trabajo no ha restado tiempo a las tareas de cuidado y del hogar. “Lo que ha pasado es que se ha duplicado el tiempo que las mujeres dedican al trabajo tanto remunerado como no remunerado, lo cual genera para las mujeres una doble tensión y niveles de extenuación muy grandes”. 

Continuum de la violencia de género en el espacio laboral

El estudio conjunto entre FEPUC, Adiuc y la Facultad de Ciencias Sociales (FCS-UNC) también indaga en cómo la violencia de género se expresa en situaciones de discriminación sexista y acoso sexual.
La violencia siempre implica una relación asimétrica, conlleva una relación de poder en términos de subordinación, de dominación, control e imposición.

“En el caso de la violencia de género se repiten esos componentes que configuran la violencia, que tienen que ver con las asimetrías pero en este caso sexogenéricas, en términos de desigualdad”, detalló la investigadora de la FCS-UNC, Alicia Soldevila.

Además, recalcó que el análisis debe contemplar el concepto de “continuum” de violencia que rompe con el concepto de fragmentar espacios: “Como la violencia de género viene y deviene de un sistema que naturaliza la desigualdad y que impone la disciplina a través de la fuerza física, sexual, económica, el continuum da cuenta que no tiene fronteras, está presente en todos los espacios por donde transitan las mujeres y cuerpos feminizados”. 

En el espacio del trabajo remunerado, la violencia siempre está y expresa ese continuum que se va profundizando. 

Según afirma Soldevila, la violencia estructural de género está presente en la estructura ocupacional y de las profesiones.

“Se dice que el ser profesional es estar despojado de esa otra presencia de lo doméstico y del cuidado en este sistema. Pero no lo es. Se dice que una buena profesional no mezcla lo laboral y lo familiar. Hay mucha normativa, muchos avances discursivos, pero en la práctica todavía se siguen reproduciendo la discriminación. No se ha modificado lo suficiente, por ejemplo, en las prácticas ligadas al acoso, a las maternidades, a los espacios de decisión”, grafica. 

Una vez más, queda evidenciada la naturalización de la desigualdad. En el mundo de las disciplinas, ciertos mandatos del cuidado, del servicio, de la reproducción, se presentan hasta en cómo se eligen las profesiones.

“Esta naturalización trasciende a las clases, porque tiene que ver con esta dimensión cultural e ideológica del patriarcado que está presente en todas las trayectorias educativas. Los conocimientos también se han construido desde esta hegemonía, estamos formando profesionales desde esa matriz sociocultural patriarcal que para poder cambiarla hay que pensar en el conocimiento desde otros lugares”.

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